Es posible que vayan quedando trocitos de nuestro yo por las veredas.
Es por eso que nos vamos haciendo pequeños con la edad.
Primero absorbemos y crecemos y nos hinchamos de vida.
Cuando nos toca ceder, explicar, madurar, comprender, perdonar, callar, escuchar, vamos dejando de ser y nos regalamos para que otros medren.
Y cuando empezamos a entenderlo, emprendemos el camino hacia la sabiduría, que pide que nos desprendamos de lo nuestro y que las cargas propias sean ligeras.
Al final, el descanso del guerrero es poder seguir creando senderos donde perderse.
- Pena, no te desprendas de mí, ¿vale?
- Ay Alegría, si no puedes ir sola a ningún lugar... no ves que no sabes ni llorar...
1 comentario:
Mucha belleza en este texto.
Un abrazo.
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