El suyo fue un nacimiento repentino. La vida entró tan vigorosa en sus pulmones, que llenó todo su cuerpecito de sentimientos.
Y comenzó a llorar, de la misma forma que podía haber empezado a reír, apretando sus puñitos y sin parar de moverse.
La noche que logró ponerse de pie, se hizo día.
Cuando empezó a andar, era posible verla mirando a ambos lados de su cabeza a la vez, de pura curiosidad.
Su correr era volar.
Duele de la edad demasiado pronto y está aprendiendo a estar sola y a oler las flores y a mirar el mundo con curiosidad...
...tanta, como la fuerza con que entró tu primera bocanada de aire en mi vida.
(A Natalia en mi vida)
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