La hormiga se tiró del árbol. Tomó distancia. Alzó las patas. Midió con su lapicero y empezó a pintar el cuadro de su vida. Garabateó el tronco que conoció como apenas un tallito. A ramas que no existían, se habían ido uniendo las hojas. Los frutos más dulces, lucían hoy llenos de cicatrices, mordisqueados por otros insectos. Imponía ver todas las relaciones en conjunto. Cerró los ojos y se vio correteando de nuevo por las ramas cambiadas por el tiempo. Pasaron sueños y en su ausencia, nuevas ramas se habían sumado al tronco, se multiplicaron, se enredaron. Tomó notas en su bloc de dibujo. Lo guardó en sus alforjas y se alejó para tomar perspectiva del bosque que suponía.
Lejos, más lejos, su bosque era un árbol. Uno de esos que el viento sopla, el sol brilla y la lluvia moja.
- Alegría, cuando yo muera se terminará el mundo, al menos mi mundo, lo que yo percibo.
- Pena, no creo que seas capaz de apagar el sol cerrando los ojos.
5 comentarios:
Qué belleza de texto, Bicefa!!!
Un abrazo de ojos abiertos
El mundo seguirá existiendo cuando no estemos, apenas se dará cuenta de que estuvimos aquí.
Muy hermoso.
Besos desde el aire
Sublime texto, mi querido maestro.
Le dejo aquí lo que usted ya sabe... y merece.
Besos payasos.
Pd: pásese por Cienmanos este domingo, pago yo.
Fantástico... muy lindas imagenes. Es casi un poema este cuento.
Tienes talento, me encanta tu blog, pero este escrito en especial me llamado la atención de manera especial.
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