Todas las carnes blancas saben a pollo. El pensaba que sabían a pescado y en sus sueños saltaban los peces de colores en la selva, se escondían entre las sombras, se escabullían como lenguas de amantes.
Cuando desperté
en medio de la noche,
tenía hambre.
- Alegría, creo que tienes que hacer algo serio con esa adicción tuya al chocolate - Pena, ¡qué poco sabes de alegrías!