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10 de diciembre de 2012

Al filo

En un mismo salto, sin más ayuda que la gravedad, Luis Albricias Pocas se despidió, de pasada, de la vecina del cuarto (como siempre asomada entre cortinas), del silencio, ese que calla, de sus limitaciones para entender, de los anuncios de compresas y de los de la ilusión, de su imaginación, de su indecisión, del monstruo, de sí mismo y de todos sus compañeros, del tiempo de sobra y del de falta, de ese maldito canon de entrada y salida musical que se repite una y otra vez sin sentido ni gracia alguna. 
También se quiso llevar la culpa, pero era tanta que los que quedaron, se hicieron con la herencia sin quererla.


- Alegría, yo el que odio es ese anuncio que dice que compres lotería para poder soñar o tener sueños decentes.
- Pena, yo no necesito ni cerrar los ojos para hacerlo.

22 de septiembre de 2010

El botón de Sus

De cómo se conocieron, no tengo ni idea, y seguro que ni ellos la tienen tampoco. Desde siempre se recordaban uno al lado del otro, corriendo de aquí para allá, buscando y compartiendo la comida que encontraban.

Tupi y Sus, que así se llamaban estos ratoncitos, eran uña y carne.

Un día, ya perdido en los calendarios, Tupi encontró un botón. ¡Qué hallazgo tan tontín! Ya que éste era un objeto completamente inútil para alguien que no tiene ropa que abrochar, ni se puede comer, ni se le ocurría qué hacer con él. Vamos que no sirve para nada.

Para librarse tremendo objeto, no tuvo otra ocurrencia que atárselo al rabo a Sus mientras dormía, y como no tenía cordón, ni lazo de ratita presumida con qué hacerlo, se lo pegó con un esparadrapo. Con tan mala suerte que fue ya imposible despegarlo y tuvo que aguantar con él pegado.

Todo podía haber quedado en una broma, un tanto pesada, pero todos se lo recordaban continuamente, y eso que en realidad no era ni suyo el botón, ni tan siquiera se lo había pegado él.

Sus y Tupi terminaron cada uno por su lado. Sus por razones más que evidentes estaba continuamente enfadado y callado y Tupi porque su compañero de fatigas no podía seguir su ritmo, ni podía correr, ni quería jugar con él.

Hasta donde puedo recordar, Sus cargó con ese inútil botón, al que por una broma pesada quedó unido de por vida.

¡Anda!, siempre se me olvida que no todo el mundo conoce el ratueco. En este antiguo idioma, botón quiere decir, culpa.



- Ya es mala suerte cargar con la culpa de otro de por vida...
- Y con las propias, alegría, y con las propias