23 de enero de 2012

De mieles y bocas de cerdo

Tras la lluvia, las hojas colmadas, empezaron a desprenderse de las gotas de agua. Fueron cayendo  una a una, tintineando en los charquitos formados a diferentes alturas de los cocos abiertos y rotos que había desperdigados por el suelo. Azar y viento, se aliaron e hicieron que, nota por nota, sonara la quinta sinfonía de Beethoven completa.
Un cangrejo ermitaño, asustado por el ruido, corrió a esconderse bajo la arena.


- De lo que concluyes que no está hecha la miel para la boca del cerdo...
- No Alegría, creo que las sensaciones existen solamente cuando alguien tiene capacidad para percibirlas como testigo subjetivo, el resto simplemente fluyen.

1 comentario:

Mar Horno dijo...

Yo creía que era para la boca del asno. En este caso yo me quedo con la miel, en los labios, en los oídos, en el corazón. Un saludo.