El detective fue tirando del hilo hasta que llegó a la línea argumental del escritor que, casualmente, lo estaba inventando. Sorprendido se sintió vacio... de alcohol. Una vez semilleno, se fijó en el contrato que tenía sobre su mesa de búsqueda y seguimiento que, él mismo, había firmado como solicitante. El choque con la realidad fue tan brutal que perdió una mano. ¿Una mano por la inmortalidad? Me parece un buen precio. En el siguiente párrafo le gritó a dios que le creara otra mano para seguir inventándose. Y dijo dios, que milagrosamente es poeta: A palabras onomatopéyicas, oídos letárgicos. Y siguió con sus cosas.
- Me he perdido, Pena.
- No sé cómo ha podido suceder, si todo es tan sencillo como la vida misma.
- ¡Un chiste! No me lo puedo creer, has hecho un chiste.
7 comentarios:
A palabras onomatopéyicas, oídos letárgicos. Buena frase.
Y dios siguió con sus cosas, y siguió manco, y seguimos en el olvido.
Un saludo indio
Tremendo relato Bicefa, me pasa como a David, este juego con el léxico me parece genial. Y nada más que añadir a la interpretación de nuestro amigo Indio, para mí, lo ha clavado.
Tienes un blog muy interesante. Me gusta el diseño y lo que escribes.
Volveré ahora que sé el camino.
Un abrazo.
¿Un dios poeta? mal poeta ha de ser si es capaz de tamaña indiferencia.
Gran relato.
Un abrazo.
Perdón por la simpleza: ¿Qué dios es poeta? Qué se suba la bragueta.
Por cierto, Pena, si es a la hora de llenar el cuerpo de alcohol, se da la paradoja de que verlo semilleno puede ser la opción pesimista.
Saludos.
Pues sí, Dios es poeta...¡también!.
Manco no sé, pero ciego y sordo...parece ser que...¡también!. Besos, Bicefa.
Los dioses son como las bellas mujeres: distantes, emburbujados, sordos...
Salu2 cercanos, simburbujados, escuchadores...
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