Con cara de papel arrugado cerró la puerta de la oficina. Cogió el ascensor directo a la puerta de su coche. "Ya voy, ya voy. Me he entretenido como nunca, lo siento". En diez minutos estaba en los pasillos de Hospital Infantil y su eterno olor a colegio. Un dedo martilleando un reloj impacientemente que respondió encogiendo los hombros. Una sonrisa, como siempre, disculpó su retraso. Sentado ante es espejo se miró la calva. Su única huella. Se ajustó la bata de colores. Un último repaso a la sonrisa y a su nariz colorada. Tomó la guitarra y... ¡¿Cómo estchán ustchedesssshhh?!
- Me gustan los payasos, aunque no tengan vocación.
- Alegría, lo que daría yo por una sonrisa...
- Tienes la mía.
