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25 de abril de 2011

Una noche loca en el Caribe

Se inclina a la orilla del otro lado de la cama asomando medio cuerpo fuera. Por fin encuentra el calcetín. Se lo pone. Imposible que haya crecido tanto el pie en una noche. Loca, pero una. Los dedos doblados en el talón tratan de buscar asiento. Fuera de nuevo. Varios golpes al aire hasta que logra desplegarlo del todo, cual bandera pirata (en forma de L), el calcetín al viento de este su mar. También del Caribe. Los dedos, el calcetín, se engullen, se engullen..., el meñique dolorosamente no. Rectifica, estira un poco más el calcetín y lo vuelve a intentar. Esta vez todos se abren camino alocadamente, en caída libre, evitando el talón con un giro maestro hasta que se encuentran acomodados al fondo. El talón también. Como un guante. El ojo es quien delata. Las costuras en forma de T dejan claro que el calcetín está al revés. Fuera de nuevo. Los dedos expuestos a su mirada se mueven marcando a ritmo de clave una guaracha... ¡Ya está! Maria Cristina, por fin me acordé de cómo se llama...


- No se sabe lo que se va a encontrar una al final del camino.
- Pena, creo que las cosas se encuantran por el camino más bien.