De nuevo con la nariz aplastada contra el colchón, las hormigas correteando por sus pies y la espalda, helada. Intentó girarse. Seguro que si se concentraba, al menos la cabeza le haría caso. Definitivamente no podía moverse. Rezó para que la pelusa que se había comido el calcetín, acomodada sobre la alfombra, no la delatara e hiciera a papá buscar debajo de la cama, como la última vez.
- Bueno Pena, hoy la cosa va de encuentros.
- Así siento yo que está mi sueldo: sin nada que ocultar y a espensas de los demás.
- Pues haber suspendido la oposición...
