Se levantó de la cama. Se aseó pulcramente, primero una ducha y después el afeitado, que así queda más apurado. Desayunó y fue a la biblioteca pública. Entró en ese portal que le habían recomendado. Metió todos los datos, sus estudios, su experiencia laboral, todo. Y perplejo miró el resultado que le escupió la pantalla del ordenador sobre lo que debería cobrar al mes. Su mente matemática hacía cálculos precisos de todo el dinero que llevaba perdido en esos diez años de calle y de las relaciones que había dejado por el camino, y sus niños, y aquel coche. Todo por un simple tropezón que tuvo cuando salía de la facultad con su lustroso título de Licenciado y aquel cántaro de leche que se partió en mil pedazos.
- La de cosas que se pueden hacer cuando se pueden hacer.
- Ya, Alegría, sobretodo cuando no se han hecho.
