Todo el auditorio se llenó de aplausos. Se deleitó con el instante. Lo respiró. La ejecución había sido perfecta. Sus hijas agradecían los reconocimientos y las flores con su aroma. Se vio paseando cada tarde con ellas camino del conservatorio. Ensayando y llorando y riendo y vibrando. Como ahora. Tiró de las esquinas y fue recogiendo la escena, plegándola con cuidado para no perder nada. Las butacas, el publico, sus caras emocionadas. Sus sensaciones. Un doblez y otro. Uno más, hasta que cupo en su mano. Apretó el recuerdo y convertido en una pequeña gota, lo dejó caer al fondo de un minúsculo frasquito. Lo tapó con un corcho y lo colocó en la estantería, con el resto de las esencias de los grandes momentos. Donde guarda su perfume; el de ella.
- Creo que ya te pregunté a que huelen los recuerdos, Pena...
- Los que no se tienen, a hueco
