El destino quiso llamar Violeta a su primera esposa, pero ella prefirió llamarse Juan, como su único marido. Ya que comparten hipoteca, siguen en el mismo piso. Se ríen juntos. Mucho. Ahora no lo hacen mirándose a los ojos. Antes tampoco se reían tanto.
Con el tiempo y más gente, envejecieron. Juan recordaba a Violeta. Juan no, porque cogió el Alzheimer. Dicen. Pero se siguen riendo. Ya terminaron de pagar la hipoteca. Juntos.
- Pues a mí me aburre mucho el ajedrez, Alegría.
- Y lavarte los dientes, pero mira qué dentadura más perfecta tienes ahora...
- Está bien, una partida, si con ello te puedes estar un ratín en silencio
