¿Qué ocurría? Que había que desplazarse del hogar a la fuente para hacer acopio del líquido elemento, al menos para la jornada completa. ¿Cómo lo hacían? Con las manos. La perdida era tal que éstas solían llegar secas, por lo que más de un púber al que no creían que había ido a recogerla, recibía castigos por medio de voces elevadas por encima del tono coloquial o impactos no fortuitos de la mano, en modo abierto o con la segunda articulación del dedo medio (en forma de peonza) contra el cogote.
Bien, es fácil aventurar que uno de esos niños creó sin más ayuda que su propia imaginación y mucha suerte, dado lo limitado de aquella, un primer y único receptor de líquidos para su transporte seguro de un lugar a otro. Los individuos del vecindario se iban pasando por turnos el cántaro, que así lo llamaron porque cantando (o algo así), se avisaba de la siguiente persona que podía utilizarlo.
Pero un día la tristeza llegó hasta su corazón ya que, como de todos es sabido (ahora):
"Tanto va el cántaro a la fuente
que al final se rompe"
Luego vino lo de los romanos y su afán por la conquista de los espacios públicos y privados más allá de su entorno, llevando con ellos mismos su forma de hablar y sus usos y costumbres.
Pero esa es otra historia.
- ¿Cuándo alguien hace algo por ti, es por tu bien o por el suyo?
- Pena, en mi caso es por el mío, para hacerte más soportable
1 comentario:
Bicefa:
Sin duda tu interpretación es la más cercana a la verdad verdadera de las almas de cántaro que cantaban con los cántaros.
Salu2 sin romper.
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