Sentado
al fondo de la sala movía sus manos formando una escalera de cuatro escalones
de diferentes tamaños. A veces eran las dos manos las que subían al unísono,
aunque normalmente se sucedían movimientos de una mano a la otra
vertiginosamente, como mordiéndose, otras de forma paulatina, semejando una
danza oriental. Mi curiosidad iba en aumento. Sospechaba que tenía que ver con
un juego relacionado con los rayos de sol que entraban por la ventana y las
sensaciones placenteras que le daba cortarlos con sus manos haciendo que se
moviera el polvo como bancos de peces…
Decidí
grabarlo todo en vídeo para estudiarlo con más detenimiento.
No
podía dar crédito a lo que estaba viendo: Movimientos. Pausa. Movimientos.
Pausa. Movimientos. Parada más larga. Hasta en catorce ocasiones a lo largo de
la mañana repitió la misma estructura que mis conocimientos musicales me
hicieron relacionar con una obra con tres movimientos. En un primer movimiento
el protagonista era la posición de manos más baja. En torno a ese movimiento
inferior iban los adornos a una velocidad impresionante. Mi corazón parecía que
se escapaba del pecho en un galope cuántico. En la segunda parte llegaba la
calma. Casi todo el movimiento giraba en torno a la posición superior que quise
identificar con una nota más grave. Mi corazón se acompasó, se tranquilizó y
como llevado por una especie de sortilegio místico encontré la paz. La última
parte parecía improvisada y daba la impresión de cambiar en cada ejecución, aún
así giraba alrededor de la nota superior igualmente. Descubrí que lo que le
daba ese matiz de inestabilidad, era su ritmo aleatorio que curiosamente, yo
entendía.
Me remonté años atrás cuando con mi padre tiraba cantos en una balsa
que formaba el río bajo el puente allá en mi pueblo. Se formaban ondas bajo los
saltos que hacía la piedra como una rana. Primero iban despacio y poco a poco
iban aumentando su velocidad hasta terminar en el fondo del río, dejando el
agua en un continuo movimiento circular superpuesto en expansión, renovación y
superposición.
Vi
a mi padre, era él. Me estaba enviando un salvavidas para que yo me despertara.
Por fin pude oír la música que había compuesto para mí y a la que se había
dedicado en cuerpo y alma durante los últimos diez años que estuve en coma, sin más armas que mi
primer xilófono de cuatro notas y colores que él, me había regalado hace años, y
que ahora, tocaba sin descanso a mi lado.
- Difícil que alguien se cure de algo con cuatro notas Alegría.
- Pero cierto. Hay quien se ha curado con una nota por debajo de la puerta pidiendo disculpas.
2 comentarios:
Demoledor, bicefa. Me he quedado muda y lo que dice Alegría, ¡ay!
Off topic: el padrino de mi hijo despertó después de tres meses de coma profundo con tango en los auriculares, su música favorita...
Abrazo va. Un lujazo leerte.
Mosquis O.o Al comienzo me ha costado entenderte pero calas hondo y de manera especial :3
Publicar un comentario