Se cubrió con un mando de estrellas heredado de una tía que no llegó a conocer. Las penurias y la postguerra agujerearon los recuerdos más recientes hasta hacerlos tomar este color grisáceo. De puro aburrimiento, se durmió hasta que se despertó con la luz del despertador a altas horas de la mañana, casi tarde ya. Tomó un libro con las pastas por fuera y recordó los macarrones con chorizo y huevo crudo de la abuela, pero sin queso. Se tragó las primeras páginas y se guardó el resto para el almuerzo. Se levantó de la cama y se calzó los mocasines, uno por pie. Huyó por el doblez del pasillo hasta el fondo, escondido en el silencio, donde moran los sueños, esos que no tuvo.
- Alegría, que felicidad tenerte cerca.
- Ay Pena, pensé que de pena no estabas ya.
3 comentarios:
¿Un devoralibros?
Salu2, Bicefa.
Después de leer esto me acordé de vos, pasé por aquí y resulta que sigues vivo, majara igual, y que acabas de escribir, o sea lo que sea eso que tú haces aquí. cosas...
Saludos payasos, querido maestro.
Parce parte de un texto de una novela, es precioso.
¡Qué bien! que vuelvas.
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